22 octubre, 2024
Lic. María Eugenia Montero

Tata Nieva presentará en la noche de mañana una nueva edición de su espectáculo “Señor Bandoneón, 100 años en la memoria de los pueblos”. Será a las 21 en el Teatro El Pasillo (José de la Iglesia 1190).

Este año, su bandoneón, que tiene 35 años en su familia, cumple 106 años, y junto con él Tata, también festeja su cumpleaños este mes.

La fiesta es muy emotiva y enérgica. Estarán en el escenario junto a él, Marcos Rodríguez en guitarra, Daniela Salas en voz, Daniel Chachagua en las luces, y el equipo del teatro.

El repertorio contiene valses, tangos, mucho folclore. “Música que está en la memoria”, dice, y de ahí el nombre de este espectáculo. Y aclara: “nosotros no hacemos tango como los porteños, nosotros sonamos de otra forma, es otro estilo. Hacemos tango desde la acumulación social y cultural de los jujeños y de las jujeñas”.

Hablamos con Tata para adentrarnos más aún en su adoración por este instrumento, y en las anécdotas familiares (de su padre y de su abuelo) que también lo enriquecen.

“A mi tío (Chopa Nieva), venían del norte y lo contrataban para todo el carnaval, cuando aún tenía 12 años. Le pagaban todo a mi abuelo en septiembre más o menos, para asegurarlo”, comienza contando. “También le dejaban comprado el pasaje del tren para que vaya, y con mi abuelo (Juan Nieva) arreglaban para que toque a la noche en el baile. Mi tío tocaba de día en las invitaciones de las comparsas”.

“Mi tío era amigo del gobernador Alberto José Iturbe (gobernó Jujuy desde 1946 hasta 1952), y por ahí caía a su ranchito que estaba en el hoy denominado Barrio Gorriti. Llegaba los domingos el auto del gobernador, tipo 11 de la mañana, a buscarlo porque tenía un asado y quería que mi tío vaya a tocar. Era todavía un niño. Los lunes atendía el gobernador las audiencias particulares, y cuando llegaba ya había una larga cola de gente esperándolo, pero si lo veía a Chopita, lo sacaba de la mano y lo llevaba a su despacho, para preguntarle que necesitaba, y él sacaba su listita de alpargatas, pantalón corto, cuadernos, etc., e Iturbe se lo conseguía”, cuenta el músico.

“El bandoneón tiene eso, de abrirte puertas en todos lados, te miman, te abrazan, y no importa si sos de izquierda, de derecha, de arriba o de abajo”, asegura convencido de la magia de su compañero. “Te abre las puertas, donde suene”.

Y sobre el bandoneón que hoy lo acompaña cuenta que está cumpliendo 106 años, “hace 36 que está en mi familia, cuando lo compró mi papá (Titín Nieva, quien falleció el pasado mes de agosto) para arreglarlo porque no estaba en condiciones. Él y mi abuelo se dedicaban a eso a arreglar bandoneones”, desde entonces quedó en la familia, “70 años para atrás no sabemos por dónde habrá andado”, comenta.

Cabe mencionar que Titín Nieva, el padre de Tata, lo mismo que su hija Mayra, formaron parte de los espectáculos de “Señor Bandoneón” creando una postal en el escenario de una gran familia unida de generación en generación por este misterioso instrumento.

TATA NIEVA EN EL PASILLO

La idea de este espectáculo nació en 2018 cuando Tata cumplía 50 años de vida y el bandoneón 100. Y desde entonces se sigue renovando. La concepción fue unir teatro, música y recursos audiovisuales.

Tata habla de instrumentos con admiración, y en ese sentido explica que le tiene mucho cariño, sobre todo a éste específicamente que tiene en la actualidad. Para prepararse dice que es necesario dedicarle por los menos “una hora y media diaria, para practicar la digitación, y después es muy lindo porque te desconecta de todo. Yo siento que el bandoneón, me espera a que yo esté motivado, y entonces vibramos juntos. Cuanto toco en distintos lugares, nos reciben muy entusiasmados. La gente que tiene 80 años, escucha un bandoneón y se acuerdan de sus casas de la infancia, y se transportan, ven a sus padres bailando, y hasta les cambia el cuerpo, la forma en que se paran”, asegura.

También valora mucho que donde va, siempre hay alguien que se acuerda de su padre o de su abuelo.

Él como su tío, también tocó desde niño en escenarios emblemáticos. Recuerda que su padre lo llevaba a la Peña de Los Hermanos Caballero, donde él jugaba con los hijos de ellos, y luego subía a tocar un rato y después seguía jugando, hasta que volvían a su casa.

En su tiempo, había muchos festivales, cada fin de semana, y esas oportunidades le sirvieron para foguearse y seguir enamorándose del bandoneón.

Estuvo también en el Tantanakuy Infantil cuando tenía diez años.

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