Ella es selva…

El arte de Cecilia Espinoza se fusiona con

el entorno natural y sangra «Soy Selva»

Por Lic. María Eugenia Montero

Y sí, ella es selva. Así reza el título de semejante propuesta, “Soy Selva”, de la talentosísima Cecilia Espinoza, en el Centro Cultural Culturarte (Sarmiento esquina San Martín) de la capital jujeña.

Admirar y apreciar esta instalación que incluye dibujos, pinturas, esculturas, textos, es pasear por un camino que ella, nacida en esa selva que en Jujuy es verde, es fauna, es temor a la extinción, es orgullo de una cultura ancestral que cobra vida cada día en el cuerpo de quienes se atreven a mantenerla.

Nacer, crecer, fecundar, dejarse atrapar por la naturaleza de una Pachamama que nos ofrece todo, y vivir en plenitud mezclada con ese entornó que es vida, que es futuro, que es nada más y nada menos, que el entorno hecho piel.

En la piel de una mujer, fértil, penetrada por la selva. Esa mujer que podemos ser todas, y que sin dudas es la artista.

Cecilia Espinoza es de una creadora que se sale del lienzo, que se sale del atril, que pinta, embellece y expresa en el aire, en las ramas, en esos materiales que aporta la mismísima naturaleza. Y se sale con su mano creadora, pero también se sale con su reflexión, su interacción, su compromiso con lo que su tierra y su cultura dicen. Su obra es el respeto por lo heredado y la responsabilidad de asumir la encarnación de una cultura que sobrevivirá en su cuerpo, en el nuestro, en su arte, y en esas creaciones que cada uno de los espectadores hacemos propias con la mirada, dejándonos invadir por las sensaciones que provoca.

La planta baja de Culturarte lleva al espectador en un sentido de celebración, desde el inicio de un hilo conductor que es atrapante y sencillo para recorrer. El viaje termina en el entrepiso, donde las postales refrescan la experiencia.

Elementos sencillos, materiales en blanco y negro con sólo algunas pinceladas de color, autorreferencial quizás de la autora, que elije reproducir su melena en los dibujos e imágenes, sin dudas todo es una invitación envolvente que los yungueños sentimos como propia, y los de otras regiones entienden desde una forma increíble y placentera de acercarse.