Argerich-Barenboim, un encuentro ambicioso en el Teatro Colón
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La presencia de Martha Argerich y Daniel Barenboim en la Argentina, que comprende heterogéneas actividades con diferentes formatos, repertorios, intenciones y ambiciones, encontró anoche en el teatro Colón, bajo la modalidad de un concierto en dúo a dos pianos, una de las expresiones de mayor excelencia de ese programa pues, más allá de la jerarquía de los ejecutantes, reposó sobre un enfoque -en materia de selección, omisión y cohesión- bien pensado y mejor desarrollado.
Habrá que advertir y dejar fuera de toda controversia la relevancia de la misma del hecho de que las dos mayores celebridades argentinas de las música clásica incluyan al circuito porteño en sus agendas, ya sea para la programación tradicional del Colón (que se ha esforzado en recuperarlos) como en la inusual y extraordinaria apertura que significó su lugar dentro del Centro Cultural Kirchner, la semana pasada.
Del contraste inevitable entre esas actuaciones y, más allá de entendibles razones contractuales, queda una vez más expuesta la perplejidad que arroja la forma en que se programan los conciertos «abiertos» de las figuras de la música clásica, objeción que señala por igual cuando Zubin Mehta dirige en Puente Alsina con la organización del gobierno porteño o cuando Argerich se abre a nuevos públicos en el CCK bajo la órbita del gobierno nacional.
En forma persistente se conjugan en esos casos repertorios extraños para los propios ejecutantes, o una colección de fragmentos sin unidad, como si el público menos entrenado no pudiera disfrutar de las estéticas y especificidades que les dieron a esos artistas el fundamento para ser parte de espectáculos de esa naturaleza.
Si bien puede ser claro que la retórica wagneriana o el lenguaje de Arnold Schönberg resultan obviamente áridos en una primera escucha, no es menos cierto que existe un inmenso campo de la «música culta» que puede presentarse a una escucha inaugural sin resignar la potencia ni la riqueza de las obras que Argerich (en este acaso, pero bien puede ser otro) acostumbra a ofrecer en las salas de concierto.
Ese punto de equilibrio tuvo, por caso, el programa a dos pianos que entregó ayer el Colón, y que abarcó los «Seis estudios canónicos», Op. 56, de Robert Schumann; la suite «En blanco y negro» de Claude Debussy y la «Sonata para dos pianos y percusión» de Béla Bártok. No hay fundamento -fuera del prejuicio- para excluir piezas de este perfil de los conciertos populares.
Una saludable articulación ofrecieron las dos primeras obras del concierto, ambas matizadas por Debussy, dueño de la caligrafía de la segunda y autor de la transcripción de la primera, ya que fue compuesta por Schumann para piano a pedal.
Particularmente afines al estilo de Barenboim, que ha desplegado el repertorio sinfónico de Schumann, los estudios -en forma de canon- marcaron la introducción de la noche retomando la línea ya expuesta en el concierto del sábado, donde los dos pianistas interpretaron un programa en conjunto con la Orquesta West-Eastern Divan.
La pieza de Debussy, en tres segmentos, operó como una cita a una de las corrientes más vigorosas de la música contenidista o programática del romanticismo musical, con un lenguaje enérgico, poli-rítmico y de alta exigencia técnica que supone una alusión al drama de la guerra.
Finalmente, los pianistas presentaron la popular obra de Bártok, la más próxima a las tradiciones de Argerich, con los pianos presentados en relación de confrontación (el «Barenboim experimental de su creador y el Steinway de Argerich) con la percusión.
La obra enfatiza (y esto cobra valor especialmente entredicho con la pieza de Debussy) las formas puras del arte musical con su apelación, estructural, a las concepción de la «sección áurea» con su momento álgido en la apertura de la re-exposición.
Más allá de algún despiste de lectura superado por Barenboim, el concierto fue clausurado con la cerrada ovación del público que encontró una respuesta a la altura de las expectativas.
Barenboim y Argerich se volverán a presentar el miércoles 29 y el jueves 30 en el teatro Colón, desde las 20, junto con la Orquesta West-Eastern Divan, con un programa dedicado a Ludwig van Beethoven y Piotr Ilich Tchaicovsky.