Literatura, artesanías y mucho para pensar
Ildiko Nassr en la rutina
de la cuarentena
por Lic. María Eugenia Montero
La escritora jujeña Ildiko Nassr, autora de las columnas de nuestro diario digital, se encuentra como todos en cuarentena, recluida en su hogar, en medio de libros, hilos, telas, la computadora y frente a la ventana de su espacio de trabajo ve cómo la gente pasa y escucha lo que dice de esta situación y de otras cuando pasan por su frente.
Pareciera a simple vista que el arte en general se ve beneficiado por este parate que incluye a los credores, porque de afuera uan piensa que la creación y la inspiración al artista le llegan en el silencio. Pero nada se puede afirmar hasta tanto el misterio se devele, con lo que las propias bocas de los artistas digan.
Por eso, acudimos virtualmente a su charla para saber qué hace la cuarentena en la rutina de una artista como ella que no solo crea con palabras en narraciones, poemas y microrrelatos, sino que junto a su madre, su hermana y su hija, lo hacen en este hogar de mujeres, desde la artesanía, bordando, cosiendo, pintando, para hacer productos de gran color, sensibilidad y buen gusto que cada tanto exponen en el centro de la ciudad para la venta. La marca es Jugo de Naranja, y ya tiene su sello en el ámbito local.
Otra de las labores que normalmente hace Ildiko es la de coordinar el área de Letras del centro Cultural “Héctor Tizón” donde realiza ciclos y talleres que tienen que ver obviamente con la lectura y la escritura.
¿Cómo es tu entorno en medio de este aislamiento social?
Mi escritorio da a la calle y escucho cómo pasan conversando muchas personas, como si nada pasara. Una vecina es una denunciadora serial y está pendiente de qué hacemos. Otra vecina llama a diario al arquitecto que está haciendo remodelaciones en su casa para que las termine. ¿Qué le pasa? ¿Acaso vive en otro mundo en el que son más importantes unas reparaciones que la vida de las personas? Un patrullero pasa con altavoces pidiéndonos que nos quedemos en casa. Sé que, para muchos, es difícil porque no todos vivimos de manera sincera y agradable, muchos viven en la hipocresía y en una cárcel en sus propias casas, en un círculo de violencia del que es muy difícil salir. Ojalá esto sirva para repensar nuestras vidas y nuestras cotidianidades. Hay muchas personas que están para ayudarnos.
¿Qué reflexión tenés acerca de esta situación?
Todo se ha dado vuelta y dejan de ser importantes los deseos personales para priorizar el bien social, global. Pienso en lo débil que es nuestro sistema de salud y cómo, ante esta crisis, algunas grietas se dejaron de lado. Me disgusta el aprovechamiento económico de algunos, respecto a precios y aprovisionamiento, condiciones laborales, vulnerabilidades varias.
Muchos transitamos esta crisis con una incertidumbre que nos devora por dentro. Hay un silencio raro, diferente en la casa (y en la calle). Un niño juega a la pelota con su padre. Dos vecinos conversan. Cada uno desde la terraza de su casa. Uno le comenta sobre los arreglos que está haciendo y, como al pasar, especulan sobre la inminencia de un estado de sitio. Sobrevuela un helicóptero. Estamos en guerra con un enemigo invisible. El mundo está paralizado. A la expectativa de que esta situación termine. Convivencias obligatorias. Ansiedad. Esta imposibilidad de salir. Este permanecer en casa sin hacer nada. Nada tiene que ver con las historias de guerras y héroes que nos contaron.
¿Cómo sobreviviremos? ¿Cómo volveremos a la normalidad? ¿Volveremos a la normalidad? ¿Será solo salir y volver a ser los mismos, a hacer las mismas cosas de antes? ¿Cuánto durará este encierro? ¿Cuándo entenderán la gravedad de la situación?
¿Cuál es tu deseo?
Que cuando todo esto termine, seamos mejores. Que esto nos enseñe a ser más responsables y empáticos. Que cuidemos el planeta, que nos necesita, pero también nos necesitan las personas que nos rodean. Que hay muchos héroes cotidianos que se juegan la vida por nosotros, con la ilusión de un mundo mejor. Que nos miremos y nos pongamos en el lugar del otro, sin prejuzgar. Que se nos bajen un poco los decibeles en las interacciones cotidianas en las que se va al choque. Quisiera que podamos valorar las pequeñas cosas cotidianas de las que está hecha la vida; esas que ahora estamos valorando y extrañando: un abrazo, un mate, un beso, una charla mirándonos a los ojos.
Después de reflexionar un poco públicamente a pedido nuestro, sigue con la rutina que se autoimpuso en estos días, porque dice que trata de mantener los horarios de trabajo, de comidas, de descanso, de aseo, como si no hubiera cuarentena. Como para no perder la costumbre cuando todo vuelva a la normalidad.
Por eso por la mañana después del desayuno se sienta en su computadora y es cribe, y lee, y arma.
Además, confiesa que lleva un diario de la cuarentena pero que eso no es material para mostrar, y se ríe, “porque es un caos”, dice.