4 diciembre, 2024

Violencia de género, peronismo e identidades diferentes son tópicas en el Festival de Teatro de Rafaela

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El encuentro, en su 11° edición, se realiza con llenos totales hasta el momento, con “Un lazo rojo”, de Ramiro Rodríguez, por el elenco local Los Niños de Foxrock, y “La Wagner”, del porteño Pablo Rottemberg, aún en cartel en la ciudad de Buenos Aires.

“Un lazo rojo” muestra a un matrimonio sin hijos en el cual el hombre (Marcelo Gieco) ha desarrollado una conducta intimidatoria con su mujer (Marcela Bailetti), reduciéndola a una existencia infantiloide que ella avala como única forma de mantener el vínculo, porque parece que así fue adoctrinada por su propia familia.

Como se sabe, para que haya un opresor es necesario un oprimido que asienta, y para ello esa excursión a un claro del bosque que emprende la pareja, se va transformando en un infierno creciente entre planes de descanso, elaboración de comidas a la vista del público y amenazas previstas de una violencia que no tarda en llegar.

Lo más interesante es la puesta del mismo Rodríguez, que utiliza proyecciones móviles sobre el piso del escenario y los trastos de utilería, pero el trayecto de la obra se complica con las reiteraciones edípicas del personaje masculino y algunas dificultades técnicas en el dúo, con el saldo de una actuación y media a favor de la actriz.

Esa violencia se hace más contundente y ejemplarizante con “La Wagner”, un espectáculo de Pablo Rottemberg a cargo de cuatro bailarinas desnudas, en zapatillas blancas y protectores en codos y rodillas, que bajo fragmentos de distintas piezas del creador del Teatro de Bayreuth muestran facetas del ser femenino.

Con un mecanismo ya utilizado por el director en “La idea fija”, donde experimentaba con la plasticidad de los cuerpos desnudos, la pieza utiliza fragmentos de distintas óperas –algunas de la “Tetralogía”, como “La walquiria” y “Sigfrido”- para simular actos sexuales, humillaciones y sometimientos, con un final que por las conocidas opiniones sociales del compositor podría referirse a Auschwitz y otros campos de exterminio.

Hay un evidente propósito político en la puesta y no pocos desafíos –un segmento de “Tristán e Isolda” encuentra a las intérpretes inmóviles, de cara al público-, pero cierto perfil gimnástico y la naturalización del desnudo logran que, en este caso, el cuerpo de la mujer pierda todo su erotismo.

Lo político en forma directa se vio en “¡Argentina Hurra! Pensé que se trataba de cieguitos”, de Jorge Villegas, por la Compañía Zéppelin Teatro, de Córdoba, que hace hincapié en la violencia de los años 70 pero también ejerce el humor sobre la “creación” de Isabel Perón por parte de López Rega, la militancia montonera, el centralismo del General, Aramburu, Ezeiza y otros hechos esenciales de aquel momento.

El espectáculo se deja ver con atención y lo esencial es el formidable elenco –Rubén Gattino, Matías Unsain, Santiago San Paulo, Laura Ledesma, Diego Trejo-, capaz de agregar cantos y bailes a sus caracterizaciones, con unas evidentes ganas de confrontación.

Algo parecido pero menos extremo aparecía en “Operativo Pindapoy”, sobre el ajusticiamiento de Aramburu, que el mismo grupo estrenó en su provincia en 2012 y paseó por distintos festivales en la saludable actitud de revisar la historia reciente con métodos artísticos notorios y desafiantes.

La noche finalizó con “BoyScout”, escrita, interpretada y desarrollada en distintas labores por Dennis Smith, quien aborda el descubrimiento de su sexualidad diversa y las contrariedades sociales e internas que su identidad le propinan.

El personaje recurre al psicoanálisis, coquetea con el suicidio –de hecho el bosque en que se pierde está lleno de sogas con forma de horca- e, identificado con la Alicia del País de las Maravillas, termina ingresando a una compañía de boyscouts donde encuentra su primer amor, la incomprensión del grupo y una cruda decepción.

La pieza tiene mucho humor –el instructor de los scouts (Pablo Kusnetzoff) es una especie de Ned Flanders gay-, Smith ofrece un ritmo verbal parecido al de Leo Maslíah, y entre sus reflexiones introduce partes musicales viradas al baladismo que canta con muy buena voz, acompañado por guitarra y sintetizador (Agustín Buquete, Fernando Losada) .

Pero de a poco la cosa se va inclinando al drama, porque todo distinto es segregado de las más diversas maneras, y el actor –que no había convencido a quien firma con su actuación en “Carta al padre” (2013)- seduce sin problemas a la platea con un trabajo sincero y de talento.

fuente: Telam

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